Si es posible pensar a la Filosofía como el puente entre la Ciencia y la Religión, invitaré a pensarla, sobre todo, como necesitada de ambas. La relación entre las tres no está sólo en la mediación sino que, para la Filosofía, Ciencia y Religión son imprescindibles.
Si resulta cierto que adoptan una actitud filosófica el científico que
interroga por la razón de ser de los fundamentos de su disciplina –como
lo hiciera W. Heisenberg respecto del principio de causalidad–, y el
teólogo que cuestiona por la efectividad de la experiencia religiosa
–como lo hiciera M. Blondel con su metodología inmanentista–, entonces
el filósofo, que pregunta por la totalidad de lo real, debería
tomar muy en cuenta en su propia estructura interna los quehaceres
propios del científico y del teólogo. En la suspensión del juicio
científico y teológico, se asoma la actitud filosófica. Así pues, la
Filosofía parece ser un posible puente entre Ciencia y Religión pero,
mayormente y por usar un símil, creo que son ellas manos sin las
cuales le resultaría imposible asir su objetivo, pues la Totalidad (que
abarca Creador, creación y creatura) es el núcleo de la investigación
teológica, y la Realidad (que es también física, química y biológica) de
la científica. Sólo en la medida en que la Filosofía –desde su
especificidad– las recubra sintéticamente en la Totalidad de lo Real es
que Ciencia y Religión permanecerán enlazadas pero, sobre todo y debido a
ello, la filosofía misma no podrá quedar jamás mutilada.
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