domingo, 29 de marzo de 2020

Del CORONAVIRUS y la FILOSOFÍA:

La vanguardia entre muchos profesionales de la filosofía está en “tener que decir”, sí o sí, algo al respecto: las revistas llaman a números especiales (p.e. Reflexiones marginales en México), se editan libros en compendio (p.e. “Unchaining Solidarities” o "COVID-19, Natural Evil and the Question of God"*), los más serios (aunque optimistas) como Cortina o Lledó ya dijeron lo suyo, los “biopolíticos” ostentan sus teorías, además de los centenares de articulillos de medio pelo donde todo el mundo tiene posibilitado sacar una “reflexión”, por no dejar de mencionar a los payasos del mundillo como Byung-Chul Han, Gabriel o Zizek (quien publicara un libro en tan sólo un par de días, ¡toma ya!), todos ellos quienes, junto con otros, ya han publicado un libro de título morboso y hasta racista.** Pareciera que decir algo al respecto da un cierto estatus de “ser el filósofo que está a la altura de los tiempos”; que decir algo sobre el tema es estar en la punta de lanza y que, con eso, se gana uno el puesto de “crítico cultural” en el que ha de convertirse si se quiere ser filósofo “de veras”. No es exacto. 

          En lo general, y con mis pertinentes matices respecto de algunos de los aludidos, todo esto me parece una obscenidad y un oportunismo incluso pornográfico. Estar siempre a la caza de la novedad me resulta no sólo lo menos filosófico posible, sino también de lo más inmoral. 

          Por un lado, el que los propios profesionales de la filosofía quieran a toda costa decir algo al respecto, como creyendo que por “ser filósofos” están en un lugar privilegiado (siempre a posteriori) para predecir, prescribir o criticar lo que está ocurriendo, me resulta la típica arrogancia del pseudointelectual que, desde la comodidad de la “armchair philosophy”, hace currículum o vende libros por decir lo que las masas gustan de oír. Medio mundo quiere salir en la foto. 

          Por otro lado, no sólo los profesionales se piden a sí mismos decir algo, sino que también algunos grupos sociales (como filósofos amateurs, estudiantes o profesionales menos avispados para sacar ventaja pero con igual ansia de novedad) exigen a los filósofos que tomen posición. El otro medio mundo quiere la receta. 

          Pero ¿por qué exigir que el filósofo diga algo sobre los temas de actualidad? Es como exigirle a un carpintero que hable sobre el tema porque es carpintero, o a un físico que nos diga qué piensa porque es físico. Nada de eso; uno tiene que atender a lo que tiene que atender. Y tanto el carpintero, como el físico y el filósofo, en tanto tales, ayudan a la sociedad no haciendo otra cosa que buena carpintería, física o filosofía. Se me dirá que justamente hablar de los temas de actualidad es para el filósofo hacer buena filosofía, pero eso me resulta no sólo falso sino además pedante, como si el filósofo estuviese cualificado para hablar de todo cuanto acontece “en tiempo real”. Exigirles de más a los filósofos es la oportunidad que los oportunistas toman para decir eso “de más” que les haga ganarse el respeto (y dinero) del hombre medio; ese hombre medio que pide al filósofo hablar inmediatamente y, al obtener sólo respuesta del imprudente apresurado, laurea de filósofo al imbécil. 

          No hablar de los temas de actualidad no hace a un filósofo menos filósofo, muy posiblemente ocurra lo contrario: es muy probable que todos los juicios actuales resulten, por precoces, equivocados y hasta peligrosos (muchos son, como hemos visto, ideológicos: “que si el capitalismo va a caer” o su contradictoria “que si el capitalismo va a tomar más fuerza”). Además, se habla de “cuando acabe todo esto”, como si estuviera claro que vaya a acabar. 

          El filósofo, como todos, tiene sus límites en tiempo, espacio y forma; que hable de la moda, por apremiante que ésta sea, es una falta de respeto y comprensión de su quehacer, así como un menosprecio por quienes sí tienen que (y pueden) hablar al respecto. 

          La filosofía, ante todo, necesita entender y para ello precisa de paciencia y de mirar las cosas con cierta distancia (temporal, espacial y, sobre todo, personal): se llama madurez. La filosofía necesita madurez. Por ello, el filósofo ni predice ni, cuanto menos, prescribe, sólo “entiende”, contempla -como decían los griegos. Ya decía Hegel (quizá el que mejor entendiera, precisamente, la circunstancia de su tiempo) que, a propósito de “wie die Welt sein soll” (cómo debe ser el mundo), la filosofía llega “immer zu spät”, siempre tarde. Pero esto no es en lo absoluto un defecto que los perseguidores de la novedad puedan señalar con desdén a los filósofos “inútiles”, sino justamente su rigurosa manera de actuar. En efecto, decía Hegel, el pensamiento del mundo aparece en el tiempo sólo después de que la realidad tiene listo su proceso cultural (als der Gedanke der Welt erscheint sie erst in der Zeit, nachdem die Wirklichkeit ihren Bildungsprozeß vollendet und sich fertig gemacht hat). 

         Para hablar con seriedad, insisto, se requiere de una madurez de pensamiento, dejar que las cosas se asienten, contemplar pacientemente y tomarse el mundo en serio, sin mayores prerrogativas ulteriores (como el beneficio propio cuantificado en ventas y fama). Para ello, los filósofos necesitamos, primero, de una cierta Reife der Wirklichkeit, madurez de realidad. Todo lo demás es precoz y oportunista. 

(N.B. La imagen está para que uno se detenga en esto y lo lea, pues puede ser que, siéndose de los que admiran a los “filósofos de oportunidad”, sin imagen oportunista no se detenga a leer).

*Actualización del 4 de abril de 2020.
**Actualización del 31 de marzo de 2020.

4 comentarios:

  1. MUY BIEN. HAY QUE SEGUIR ANALIZANDO ALGUNAS COSAS SUPERFICIALES FORRADAS DE PROFUNDIDAD DE AGAMBEN, HIRARI, HAN Y ZIZEK. ESTOY EN ESO. SI CUENTA USTED CON MAS MATERIALES, MUY AGRADECIDO

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  2. Gracias por el aporte. Sin duda nos permite ver otro panorama saludos desde México. Donde podemos encontrar Reflexiones marginales en México?

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    1. Uno de los peligros a los que me enfrentaba al dar explícitamente los nombres de quienes desconfío de su calidad filosófico-moral, era el hacerles publicidad. Bueno, mi temor estaba justificado; publicidad obtenida. Era el riesgo... Y como verás, el nombre de la revista está en otro color, es porque es una liga. Da click y te llevará a ella.

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