Han sido muchas las pretensiones de demostrar la existencia de Dios, pero pocas las persuasiones logradas a partir de ellas. Y es que no es posible aseverar lo siguiente: «Teorema: Dios existe»; y después de algunos argumentos sofisticados –muchos de ellos quizá sofísticos–, por cuyos canales lógicos corra el valor veritativo funcional de ciertas premisas, concluir con las siglas QED. A menos, claro, que uno sea Spinoza, quien razonó según el orden geométrico, y demuestre la existencia de Dios postulando su necesidad como condición para su demostración; o lo que es lo mismo: a menos que uno utilice en la demostración aquello que quiere ser demostrado. Si uno hiciera el ejercicio de demostrarlo como teorema, lo que demuestra no es a Dios sino sólo la consistencia lógica de determinada premisa con determinado marco conceptual. Uno no puede concluir, cuando quiere decir que Dios existe, con «quod erat demonstrandum». No, porque en realidad no hay nada que demostrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario