Estimados
amigos:
Es un gusto poder compartir con todos la obtención
de mi grado de Doctor en Filosofía, con distinción Cum Laude.
El trabajo de cuatro años, con arduos traslados
entre tres países y dos continentes, ha concluido de forma no sólo
satisfactoria sino además "con elogios".
Se me permitirán, junto con compartir mi
disertación doctoral, unas breves palabras:
Primero que todo, comparto la tesis, para que quien
la requiera pueda ir directamente a por ella sin necesidad de leer lo que
viene. Lo que viene, sin embargo, es el recuento, más humano que
cronológico, de mi camino doctoral.
Mi disertación doctoral puede encontrarse en el
repositorio de tesis doctorales de la Fundación Xavier Zubiri, donde soy ahora
profesor e investigador, dando click en la siguiente liga: Tesis CarlosSierraLechuga - Fundación
Xavier Zubiri. Al entrar en ella, tenéis que pinchar en
"entrar como invitado" (no se requiere contraseña) y ya estaréis
directo en mi trabajo.
Pues bien, he aquí mi rudimento de descargo de
conciencia:

Aquello de "tener una vida intelectual"
se dice fácil, pero cuando es el intelecto mismo quien se hace vida en la carne
propia, no resta más que ponerse a su disposición y padecer (del πάθος de que
hablaban los griegos, pero también del que hablan los patólogos) las penosas
fruiciones de convertirse en reo de su investigación. En una situación tal, no
es que la vida quede sujeta a la filosofía, es más bien que la vida consiste
ahora en ser solamente y no más que mera filosofía: la vida filosófica no es
otra cosa que la filosofía viva en uno. Entonces, uno se entera de que es
filósofo no porque tenga títulos ni porque vaya a alcanzarlos, sino por la más
simple pero también más noble de las razones: no podía no haberlo sido.
¡Cuántos los hay en la academia que de títulos
y papers tapizarían su oficina! Si no lo han hecho no será por
falta de ganas, sino por un retorcido vestigio de decoro. Ya san Agustín
escribía contra academicos, por ser, más que filósofos, maestros de
la duda vía el dominio de una palabra embelesante, versión antigua de la actual
pose, la actual imagen ante la opinión pública, la actual soberbia
de decir lo políticamente incorrecto haciéndose pasar, con eso, por avispado,
cuando lo cierto es que no por incorrecto deja de ser aceptado políticamente:
la prueba está en los éxitos de ventas de los
"social-mediáticos" showmen del mundo filosófico –de
quienes prefiero obviar nombres por respeto al lector.
Con un experimento mental, que también crucis,
podemos cribar al filo-sofista del filósofo: si elimináramos todos los papeles que constan
de alguien ser filósofo, ¿se conservaría su carácter de tal a pesar de no
quedar papel que lo sustente o apruebe? Es lo que con hermosa y picaresca
sentencia se dice en Salamanca, académica palanca de mi visión de
Castilla, así: Quod natura non dat, Salmantica non præstat. Refrán
que se parafrasea (eso sí, sin saberlo) en mi país de origen, siempre más
rústico y basto, cuando se dice que "el doctorado no quita lo
tarado".

Hace ya tiempo decía con metáfora arquitectónica
que los tres grandes pilares intelectuales que me sostienen son Aristóteles,
Hegel y Zubiri. Quienes me conocen no darán descrédito a esto. No es que yo sea
un pilar a su altura, es que la altura que tengo, si la tengo, es por tenerlos
por pilares. Con ellos tres, por la forma de enfrentar los problemas, no
tanto en sus respuestas sino en el modo como quisieron responderlos, por su
legado filosófico más que por sus doctrinas, estoy profundamente agradecido.
Decía el primero que los humanos naturalmente apetecemos la metafísica, y que
por ello ésta es la ciencia más libre: que dignifica por no servir para algo
más que para sí misma; decía el segundo que así de ridículo como un pueblo
perdiera su vida política y social, así o más ridículo el que perdiera su
metafísica; y decía el tercero que no puede aprenderse filosofía sino
poniéndose a filosofar. No es que cada uno fuera consecuente con sus decires,
es que cada uno fue consecuente consigo mismo y entonces dijo lo que tenía que decir,
consiguiendo, con eso, ser el metafísico que su tiempo necesitaba, aunque su
tiempo no lo demandara así. Necesitamos, so riesgo de no ser libres y de quedar
en ridículo, ponernos a filosofar hoy, es decir, hacer nuestra metafísica.
¿Qué metafísica queda por hacerse, no porque no esté hecha dentro del
escaparate de preferencias y gustos, sino porque es la que el tiempo necesita
aunque no nos la demande?
El día que defendí la tesis, iba yo diciendo que la
"reología", término con el que me vi obligado a nombrar algo que en
filosofía está aún por hacerse, resultaba ser el más noble fruto de mi investigación.
Un fruto que, sin embargo, no está dado más que germinalmente, in nuce,
y que por tanto este pobre fruto aún inmaduro dejaba la esperanza,
precisamente por su inmadurez, de tratar los problemas relevantes con una
profundidad que exige nuestra actual situación intelectual; situación que sin
la liquidez de los posmodernos, sin la razón pura y dura de los modernos, sin la
evidencia de lo sagrado de los medievales, sin el asombro de los griegos y sin
la inocencia del mundo pre-filosófico, no le queda de otra que construir sus
propias herramientas, situarse en el momento histórico que le corresponde y
reasumir en sí la historia entera de la vida del intelecto, es decir,
rearticular desde sí misma la compleja estructura de la metafísica.
Esta ardua empresa, penosa y parturienta, en
definitiva no la harán los perseguidores de papeles, pero tampoco se hará por
quienes obran subyugados al deber, se hará, porque sólo puede nacer de ahí, por
quienes prestan atenta escucha a su vocación, a pesar de los pesares, presentes
y futuros. Es el llamado personal a ser lo que tienes que ser porque, como
decía, quien es filósofo no podría no haberlo sido. No es cuestión de elección,
ni tampoco de hipostasiar la filosofía como si personalmente fuese ella
quien eligiese sus avatares; se trata, nada más pero también nada
menos, de responder a nuestro fondo insobornable, de no
traicionarnos, es decir, de ser responsables con nosotros
mismos. Ni Aristóteles, ni Hegel, ni Zubiri, ni otros tantos, eligieron ponerse
a filosofar, más bien, para cuando se encontraron a sí mismos, se encontraron ya
filosofando.
Aquel día que defendí la tesis, pues, terminaba yo
diciendo que el doctorado no lo tomaría personalmente como el término de
un momento necesario pero insuficiente de la competencia académica al que
haya que clausurar como quien marca tarjeta al finalizar la jornada; un momento
burocrático, pre-requisito para los postdoctorados –paliativos tan de moda en
nuestras sociedades que parchan el profundo problema del desempleo, de la
imposibilidad de planificación familiar y el terrorífico desprecio por las
empresas humanas que son insustituibles por la técnica. Todo lo contrario, decía, para mí el
doctorado significa a penas el limen que inaugura y al mismo tiempo cataliza
una carrera de la que se vislumbra en lontananza un abanico de enormes
posibilidades.
Eso es lo que queda, la posibilidad de una
filosofía auténtica que no sea la vana repetición del erudito, la monótona
tarea del doxógrafo, la falsa novedad del sofista, la deslumbrante pero
infértil actitud del espectáculo del intelectualoide, la voraz precocidad
del publish or perish; lo que queda es la posibilidad de una
filosofía auténtica en el locus interno, pero compartido, de
algo que más que ser filosofía de vida es genuina vida filosófica.
Hagamos, pues, lo que queda por hacer.
Matriti,
december MMXIX
Carolus
Sierra-Lechuga
Doctor
cum Laude Philosophiæ
Recibido. Me preparo para su lectura.Sin duda:un manjar filosófico.
ResponderEliminarFelicitaciones, MSc.Jorge Poveda-Costa Rica
Muchas gracias.
EliminarLa convergencia -mejor dicho la unicidad Metafísica- Ciencia es una búsqueda largamente signada por intentos desde diversos ángulos. Para mi lo que alcanzo a aprehender de los avances del conocimiento reafirman-en vez de negarlo,tal unicidad. No requiero de pruebas ni confirmaciones a posteriori:esa verdad la tengo instalada en mente de manera natural y la ideologización en que se han embarcado algunos para negarla es fruto de un reduccionismo lamentable que mas sabe a postura política que filosófica o científica. Sinceras felicitaciones al buen amigo Sierra-Lechuga por participarnos de su obra que celebramos.
ResponderEliminarAgradezco tus comentarios. Me es grato saber que compartimos, a pesar de las distancias, ideas comunes. En el último de los temas de este foro, algo comentábamos sobre Filosofía y Ciencia. Puede interesarte, así que te lo dejo. Saludos amables.
Eliminarhttp://carlossierralechuga.blogspot.com/p/foro.html